jueves, 15 de julio de 2010

Errores


Todos cometemos errores.

A veces no nos damos ni cuenta. Otras veces, lo notamos justo después de haberlos cometido (lo cual es bueno por darnos cuenta pronto pero malo por llegar a darnos cuenta un segundo más tarde del que hubiera sido deseado).

Si somos un poco sabios y nos damos cuenta, pedimos disculpas a quien corresponde. Si no nos hemos dado cuenta y luego nos dicen que la hemos cagado, podemos agradecer el haber sido informados de ello y pedir en consecuencia esas disculpas.

Está claro que el hecho de pedir disculpas no nos va a eximir de haber cometido el error, pero al menos si pedimos perdón estamos asumiendo la responsabilidad de haber metido la pata. Alguien que aprecio muchísimo creo que añadiría, además, el siguiente matiz: “pedir perdón es un muy buen comienzo, pero que muy bueno, pero si más adelante volvemos a cometer el mismo fallo, no hemos asumido la responsabilidad que corresponde realmente (es decir, al 100%), así que a parte de pedir las humildes disculpas hay que intentar por todos los medios no volver a cometer el mismo error”. Es fácil decirlo pero no tanto hacerlo, por algo el ser humano es el animal que tropieza dos veces (o muchas más, incluso) con la misma piedra. Pero bueno, es sabio tener voluntad para intentar no tropezar de nuevo con la misma piedra.

Por otra parte, la comunicación acerca del error cometido, el daño causado, el perdón pedido y el perdón concedido (en caso de ser concedido) es muy importante.

A parte de todo esto, hay personas que saltan en un momento dado y son capaces de aparcar el asunto al poco rato, y personas que en cambio le dan varias vueltas al asunto, puesto que lo tienen que asimilar lentamente.

En algunos casos, la necesidad de dejar claras las intenciones y los motivos se puede volver excesiva, casi enfermiza. ¿Será porque el individuo ha sido tantas veces malinterpretado que al menos con algunas personas necesita más que nada ser bien comprendido? Y si se entiende esto como un exceso de justificación o, peor aún, como un medio para exculpar responsabilidades, jodido la hemos.

Me considero lo suficientemente capaz de asumir la responsabilidad de las cosas que hago y digo. Es más, me atrevería a decir que si me cantan las cuarenta y respondo “no sabes cuánto lo lamento, espero que me puedas perdonar”, estoy admitiendo mi buena ración de culpa, al margen de que exponga en paralelo algunas circunstancias que eventualmente sean “atenuantes”. Con ello intento hacer crítica constructiva. Y además, por supuesto, intento tomar nota para otras veces futuras.

Sé que soy un total y absoluto desastre a veces, y que mi comportamiento quizás pueda resultar en ocasiones un tanto inexplicable o, peor aún, ser interpretado como no debe. Pero me esfuerzo en ser mejor cuando quienes me aprecian me dicen dónde creen que me he equivocado. No paramos de aprender durante toda la vida, así que en caso de meter la pata intento sacar algo bueno de ello, y qué menos que aprender de mis propios errores. A veces la metedura de pata puede ser una broma inoportuna, de la cual uno se retracta al instante y piensa "¡Tierra, trágame!".

En fin, que las meteduras de pata nos enseñan, así que puede que el destino nos tenga reservada una buena cantidad de ellas a todos y cada uno de nosotros, para que no olvidemos que no somos perfectos. La frase de Yoda a veces cobra muchísimo sentido: “Mucho que aprender todavía tienes”.

5 comentarios:

  1. Cuando uno cree que ya ha aprendido todo lo que debia o solo le queda aprender sobre la muerte o es que tiene un ego como una catedral.

    Un besi gordote y aupa!!

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  2. Pues sí, pasamos la vida cometiendo errores, y en nuestra mano está el aprender de ellos, porque la perfección no existe, pero precisamente por eso siempre tenemos la opción de mejorar :)
    Un besazo.

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  3. "Yo, te perdono"
    La lista de Schlinder

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